Calles empedradas

Acaba de irse Reyes,la hermana de Fernando,se ha quedado con nosotros una semana y nos ha dado la excusa perfecta para descubrir nuevos rincones perdidos entre las rocas de Cádiz.

 

 

 

 

 

Hemos subido al castillo de Casares,un pueblo blanco que desciende en picado sobre una escarpada ladera, y volvimos a recorrer una vez más las calles empedradas de Vejer.

                             

Para mí, este pueblo tiene un encanto especial,su muralla almenada,desde la que se contempla todo el valle,sus angostas callejuelas,que serpentean como un laberinto de cuento entre casitas encaladas y sobre todo su iglesia,en lo más alto del pueblo,rodeada de palmeras,de patios y un pequeño pozo.

Te transporta en el tiempo hasta algún lugar del medievo,cuando los árabes habitaban estas tierras.

Paseamos un buen rato,relajados,escuchando sólo el leve sonido del viento colándose en los callejones como un susurro y las voces llenas de vida que salían de los patios interiores adornados con mil flores.

La luz cálida y acogedora y las risas nos hacían sentir ganas de entrar por la puerta y quedarnos a cenar.

Aquí dejo grabado el recuerdo de esa mágica hora del atardecer,cuando llega la noche y el pueblo se adormece...